Como misioneros combonianos que trabajamos en Europa, no podemos olvidarnos de nuestros hermanos y hermanas subsaharianos que viven entre nosotros. El ejemplo de Comboni, nuestro carisma y nuestras experiencias misioneras nos empujan a ello.
Muchos inmigrantes subsaharianos carecen de papeles y de trabajo. La crisis económica les toca más de cerca a ellos que a otras personas. En su mayoría están menos cualificados que los inmigrantes de otros continentes, por eso tienen menos oportunidad de acceder al mercado laboral que los inmigrantes procedentes de Europa del Este, de Latinoamérica, del Magreb y de Asia. Los inmigrantes subsaharianos, en este sentido, son los últimos de entre los últimos en nuestra sociedad y no solo en el ámbito laboral.
El choque cultural para los inmigrantes subsaharianos les conduce a vivir un profundo desarraigo al estar fuera de sus comunidades. Resuena una y otra vez la especial precariedad de la población subsahariana ante la situación de “Invisibilidad” que viven, invisibilidad agudizada en la indiferencia por parte de las administraciones y por parte también de buena parte de la población. En términos combonianos podemos decir que los inmigrantes subsaharianos en Europa son «los más pobres y abandonados».
El ejemplo de Comboni
Para Daniel Comboni estaba clarísimo que sus misioneros debían estar presentes entre los más pobres y abandonados. Comboni se refiere a una pobreza integral, tanto física como espiritual. A lo largo de toda su vida misionera, Comboni soñaba con realizar su plan de regeneración de África o, dicho con sus palabras: “salvar África con África” y su lucha contra la esclavitud era un paso más hacia esa meta.
En concreto, Daniel Comboni se propuso rescatar a los esclavos de las manos de sus amos y les conseguía pasaportes u otros documentos que reconocieran su dignidad de personas libres; luego los llevaba a institutos especializados para educarles en la fe cristiana y en las ciencias y profesiones diversificadas, de modo que, a su turno, una vez de regreso a sus tierras, fueran capaces de transmitir la educación recibida a sus hermanos y hermanas. (E 516; 2770- 2779).
En estas tierras africanas, donde los horrores de la esclavitud y la colonización elevaron una muralla invisible de separación entre negros y blancos, Comboni fue percibido como un padre protector. Por eso algunos esclavos que huían de sus amos buscaban refugio en la misión.
Comboni les acogía y les daba la oportunidad de recibir una formación cristiana y profesional. Al finalizarla les daba una carta de libertad, reconocida por el Gobierno. (E 4128). Los anima a vivir de su profesión. Una vez compró un terreno cerca de El Obeid, que más tarde se convertiría en el poblado de Malbes, para que algunos esclavos liberados pudieran vivir de su trabajo. (E 3379). Daniel Comboni, no luchó solo contra la esclavitud, sino que intentó crear una red de personas en diversos países para ofrecerles un futuro mejor a esas personas que habían sido injustamente esclavizadas.
Compromiso hoy
No es exagerado decir que en muchos lugares de Europa existe, desde hace décadas, una nueva forma de esclavitud que afecta a las personas inmigrantes subsaharianas. Por poner un ejemplo que me es conocido, en diversas provincias del sur de España existen asentamientos vinculados a la explotación extensiva agrícola en invernaderos, donde muchas personas viven situaciones de explotación terribles. Ya desde finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado se conocen casos puntuales de este fenómeno.
Creo que todas estas realidades sociales justifican, con creces, la importancia de que los Misioneros Combonianos mantengamos una presencia significativa con los inmigrantes en Europa, particularmente con los subsaharianos. Estoy convencido de que podemos contribuir con nuestro servicio a mejorar las condiciones de vida de estas personas excluidas y favorecer el cambio social que les posibilite una plena integración.
Mirando esta realidad, a través de los ojos de la fe, numerosos son los misioneros, misioneras y laicos misioneros combonianos que se sienten interpelados en Europa, a acompañar a las personas migrantes en las dificultades que pasan en estos momentos.
Creo que desde nuestra especificidad misionera y comboniana, estamos capacitados para aportar un valor diferenciador a esta realidad de exclusión social. Tenemos una amplia experiencia en la evangelización y la promoción humana de personas y comunidades en diferentes continentes, de manera particular entre los pueblos de África.
Podemos acompañar su soledad, denunciar su invisibilidad y contribuir con recursos a su falta de acompañamiento espiritual y a su fuerte desarraigo. Podemos contribuir para dignificar sus vidas y orientarlos en los complejos y difíciles momentos iniciales nada más llegar a Europa.
Estoy convencido de que nuestra experiencia misionera de vida con gentes de otras culturas, de diálogo interreligioso, de conocimiento de lenguas, etc. nos facilita un encuentro con los inmigrantes subsaharianos que han venido a Europa para un enriquecimiento mutuo y pienso que nuestro carisma comboniano nos empuja a ello.
P. Rafael Pérez, mccj