H.no Alberto Parise mccj

En la reflexión realizada en el XVIII Capítulo General, se puso de manifiesto que a menudo como Misioneros Combonianos estamos presentes en las realidades de frontera, pero luego llevamos a cabo una pastoral ordinaria. Sin embargo, nos dimos cuenta de la necesidad de hacer propuestas más significativas para la gente, de captar y expresar más la acción del Espíritu en su vida e historia. El discernimiento nos ha llevado a hacer una opción por las pastorales específicas, centrándonos en los grupos humanos prioritarios identificados en los diversos continentes (por ejemplo, afrodescendientes, pueblos indígenas, pastoralistas, residentes de barrios marginales, migrantes, etc.). La reflexión del Papa Francisco sobre la tensión entre lo local y lo global sugiere un posible camino para el desarrollo de estas pastorales. Tomemos, por ejemplo, las directrices pastorales desarrolladas por la sección de migrantes y refugiados del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Nacen de experiencias en el campo, que han identificado prácticas buenas en diferentes contextos. Así que hubo un diálogo, una escucha mutua en la que se inició un proceso de discernimiento. De esta manera hemos llegado a orientaciones pastorales en las que todos se reconocen a sí mismos, sin dejar de ser diferentes y muy comprometidos en diversos contextos. Las experiencias y perspectivas compartidas, gracias a su diversidad, han sido fructíferas y la interacción ha devuelto un horizonte de referencia común, más amplio y completo. Esto hace posible un mayor compartir, intercambio y colaboración entre diferentes experiencias, hasta el punto de crear un movimiento de presión para abogar por la causa de nuevas políticas y directrices a nivel internacional, es decir, para evangelizar la política. Lo local y lo global se compenetran y crean una sinergia que responde más eficazmente al clamor de los pobres.

Por lo tanto, el desarrollo de una pastoral específica requiere ante todo una inserción radical. Aquí es donde entra en juego la inmersión en el idioma, la cultura y la espiritualidad de las personas; su historia, sus luchas, haciendo causa común con el pueblo. Pero también nuestro estilo de vida y nuestras estructuras, que condicionan nuestra relación con las personas y las comunidades locales. A partir de las experiencias en el campo, acompañando a las comunidades locales, las buenas prácticas emergen para ser atesoradas, para ser compartidas y comparadas con otras experiencias. Al escuchar a la gente y las culturas locales, reconocemos las semillas de la Palabra y la acción del Espíritu en su historia. Este diálogo se enriquece aún más con la participación y la articulación del encuentro de diferentes identidades, ministerios, situaciones y contextos. El camino que tomamos con las prioridades continentales nos ofrece la oportunidad de abrir esta confrontación dentro de la misma esfera de la pastoral específica en diferentes países, abriéndose a oportunidades de encuentro entre los pueblos para construir un mundo más fraterno y sostenible.

Este discernimiento sinodal, con la Iglesia local y universal, se concretará en directrices pastorales para responder a las necesidades existenciales de las personas, a las grandes cuestiones de la vida, a su búsqueda de la vida en plenitud. Las situaciones particulares, las alegrías y los sufrimientos de las personas, los acontecimientos que inciden en sus vidas, son todos puntos de partida para el anuncio y para un encuentro personal y comunitario con el Resucitado. Una pastoral específica tiene en cuenta todas estas situaciones, que caracterizan la experiencia de un grupo humano determinado – y busca facilitar un diálogo transformador entre la cultura, las experiencias de vida y el Evangelio, así como discernir formas apropiadas y contextuales de expresar la experiencia de la fe y de la vida según el Evangelio.

Finalmente, una pastoral específica que se centra en un grupo humano supera las dicotomías (por ejemplo, pastoral vs social) y la fragmentación (por ejemplo, la sectorialización) de los ministerios, aún generalizada en nuestras experiencias. Los diferentes ministerios, por otro lado, están conectados entre sí, llevan a cabo una visión compartida y construyen sinergias. Valoran a todos los agentes pastorales, crean comunión y colaboración.

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