Desafortunadamente, muchas veces las religiones, en vez de haber contribuido a la solidaridad, han causado desconfianza y hostilidad. Por desgracia, la Iglesia Católica también ha sido, a veces, violenta y ha estado involucrada en muchas cruzadas. San Francisco de Asís entendió que el estilo de las cruzadas no era el deseo de Jesús. Ahora el Papa Bergoglio, también con la elección del nombre «Francisco», nos dirige decididamente hacia el camino de la fraternidad y la colaboración de las religiones para el servicio y la salvación del mundo.
El Papa Francisco es hijo del Concilio Vaticano II
Uno de los frutos más notables del Concilio Vaticano II fue el redescubrimiento del Espíritu Santo, cuya acción transformadora ha existido desde el principio del cosmos, desde el llamado «Big Bang» como Aquel que pone en marcha mecanismos virtuosos, la Creación, la evolución, de los cuales las transformaciones posteriores son una constante.
Este redescubrimiento de la acción del Espíritu Santo marca una transformación radical en la Misionología. Hasta el momento de mis estudios teológicos, antes del Vaticano II, se había enfatizado el deber de considerar a otras religiones como falsas. Fue cuando el concepto y la práctica de la misión fueron dominados por la cristología.
¿Qué significa el redescubrimiento del Espíritu Santo? Que se destaque la dimensión trinitaria. La verdad es que la misión encuentra su raíz en el amor trinitario que conduce al diálogo y a la comunión y que el Espíritu Santo precede a los misioneros.
La declaración conciliar Nostra aetate, que fue la última del Concilio (28/10/1965) se convirtió en un parteaguas y marcó así el comienzo de una nueva era para la misión. A partir de entonces, la relación de la Iglesia católica con las diferentes religiones se basa en la fe en la presencia activa del Espíritu Santo en todos, y por lo tanto en el respeto profundo y en un actitud de apertura al diálogo. Nostra Aetate fue clave para entender el diálogo de la Iglesia Católica con otras tradiciones religiosas. En verdad, este documento nace precisamente como fruto de la acción del Espíritu Santo, partiendo del único plan salvífico de Dios y único fin de la historia de la humanidad.
En el origen del diálogo entre las religiones, por lo tanto, se encuentra tanto la voluntad de Dios de salvar a todos, como el objetivo final de la historia. El diálogo nace como un deber para promover la unidad y la fraternidad universal (Nostra Aetate 1 y 5).
“La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres” (Nostra Aetate 2). Si riconosce l’azione della grazia di Cristo e dello Spirito Santo in ogni tradizione religiosa, così come in ogni essere umano che agisce secondo coscienza e cerca il bene.
La Iglesia Católica mira con estima a los musulmanes que adoran al único Dios, vivo, misericordioso, omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres. Buscan someterse de todo corazón a los decretos de Dios, como Abraham se sometió a ellos, a quienes la fe islámica se refiere voluntariamente. Aunque no reconocen a Jesús como Dios, sin embargo lo veneran como profeta; honran a su virgen madre María, y la invocan con devoción. También esperan el día del juicio, cuando Dios pagará a todos los hombres resucitados. Del mismo modo, tienen estima por la vida moral y adoran a Dios, especialmente a través de la oración, la limosna y el ayuno (Nostra Aetate 3).
En Nostra Aetate 4, se aclara cómo la religión judía destaca que la Iglesia y la misión misma de Jesús y los apóstoles están arraigadas en la tradición judía, a partir de la Alianza con Abraham y Moisés. La Lumen Gentium No. 16 nos invita a hacer estudios bíblicos y teológicos en un diálogo fraterno con los judíos.
Nostra aetate contiene una magnífica reflexión sobre la fraternidad universal: “No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios… La Iglesia, por consiguiente, reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión. (Nostra Aetate 5).
La reflexión sobre la relación entre las religiones es muy rica en el magisterio social de la Iglesia. En Dignitatis humanae, por ejemplo, por primera vez declara que entre los derechos humanos, también está el de la libertad religiosa. Mientras que Gaudium et Spes enfatiza y profundiza varios aspectos de la libertad religiosa.
La fraternidad universal y la comunión operativa de todas las religiones y de todas las personas de buena voluntad, como afirma ahora el Papa Francisco, es el único futuro posible de la humanidad. El nuevo enfoque de Fratelli tutti implica que no debemos ignorar que todas las religiones han hecho una contribución positiva en la historia (aunque con deficiencias), han mantenido los pueblos unidos, han guiado hacia una relación con Dios, han iluminado la convivencia articulando una vida moral, social y política. Y que ha llegado el momento de la adopción conjunta de «la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como conducta, el conocimiento mutuo como método y criterio» (FT 285).