Un parlamentario keniano de fe islámica participó varias veces en la oración semanal del grupo católico. Un día le pregunté por qué se unió a nuestro grupo, en lugar de a un grupo musulmán. El parlamentario respondió que sea que se llama Yahvé o Alá, el que responde es siempre el único Dios. Encontré que esta era una aclaración importante y una base sólida sobre la cual construir un diálogo fructífero con miembros de diferentes religiones. Ciertamente, la fe, y por lo tanto la relación con Dios, puede ser un excelente lugar de encuentro para el diálogo entre las diferentes religiones, pero sobre todo para construir una visión de la justicia planetaria.
El Papa Francisco subraya la importancia de la dimensión espiritual de nuestra vida común en el número 273 citando la carta Centesimus Annus del Papa Juan Pablo II: «Si no hay una verdad trascendente, obedeciendo a la cual el hombre adquiere su plena identidad, entonces no hay un principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres. … Si no se reconoce la verdad trascendente, entonces triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el fin los medios a su disposición para imponer su propio interés u opinión, sin tener en cuenta los derechos del otro«.
Unirse en torno a un Dios común ciertamente conduce a la necesidad de construir juntos una sociedad que respete a todos los seres humanos; sin olvidar nuestra relación con el entorno que nos rodea. Construir una sociedad basada en la justicia se convertiría necesariamente en el objetivo de la comunidad de creyentes. Este camino de diálogo entre religiones, y su aplicación a la realidad humana, no será fácil. Debemos tener en cuenta el camino que algunas religiones tendrán que hacer para redescubrir la dimensión social de su creencia.
No en vano, el Papa Francisco señala que la Iglesia Católica se reserva el derecho de intervenir en la vida política de la sociedad. No podía ser de otra manera. Cristo confió a sus discípulos la misión de construir una nueva sociedad, basada en la justicia: el Reino. Esta misión impide que el cristiano se separe de los asuntos humanos. En cambio, debe ser un protagonista en la sociedad, comprometiéndose para que la sociedad avance hacia opciones de justicia cada vez más claras.
Un área específica que se destaca hoy es la de las opciones relacionadas con la economía. La economía ahora también juega un papel decisivo en la esfera política. Las grandes empresas transnacionales pueden mover enormes capitales, influir en las decisiones, causar y mantener tensiones y conflictos. Un ejemplo de ello para todos es la situación en la República Democrática del Congo. En muchas zonas del país, la inseguridad social es alimentada por empresas mineras que así controlan el país, administran regiones enteras para su beneficio y gestionan los movimientos de población para promover el empleo a su favor.
El diálogo entre las religiones debe ser capaz de ir más allá de la confrontación espiritual y el intercambio teológico. El diálogo será fructífero cuando sepa involucrar a los creyentes en el compromiso social con la justicia.