Shalom: Un proceso comunitario

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«Las sombras de un mundo cerrado»: con estas palabras, el Papa Francisco, titula el primer capítulo de Fratelli tutti. Estas son palabras fuertes, que parecen indicar un pesimismo subyacente. El análisis que sigue, de hecho, pone al descubierto una realidad compleja, y no siempre agradable. Pero aquí no hay pesimismo, se trata de realismo. La experiencia humana nos obliga a reconocer que, en el mundo de hoy, pero quizás siempre, hay disparidades y que podemos decir que no somos hermanos. O, mejor dicho, no nos tratamos como hermanos.

El breve análisis propuesto por Francisco subraya cómo se ha perdido el rumbo. Si el proceso global después de la Segunda Guerra Mundial había dado esperanza para la maduración de valores universalmente reconocidos, la realidad nos dice que estamos lejos de la meta. En cambio, podemos hablar de un retroceso de los derechos humanos, de un retorno a los conflictos tribales, de intereses, de un creciente desapego entre la política, las finanzas y la vida. En otras palabras, ese impulso de internacionalidad y renovación que había pasado por los años sesenta ha disminuido sin un progreso obvio.

Francisco señala que los derechos humanos y la paz internacional se encuentran en un estado de fragilidad continua. En esta situación, para establecer la fraternidad social, ciertamente hay que aspirar a restablecer la paz entre los pueblos. No una paz cualquiera, sino una paz dirigida a ofrecer a las personas oportunidades de desarrollo y creimiento. Aquí es necesaria una reflexión sobre lo que es la verdadera paz y la necesidad de comprender el significado de la verdadera paz.

En el mundo bíblico, la paz se conoce con la palabra shalom. Pero shalom no significa paz en el sentido de ausencia de conflicto. La shalom bíblica indica la situación social en la que cada persona puede realizarse plenamente, utilizando sus talentos y sabiendo cómo recurrir a los recursos comunes. La shalom bíblica requiere un verdadero camino comunitario para lograr la justicia social, la distribución equitativa de los recursos, un verdadero espacio personal en el que la persona individual pueda madurar la realización y las relaciones personales.

Por lo tanto, la Shalom proporciona éxito, pero también felicidad personal y comunitaria. También prevé el compromiso social de todos. La Shalom no se obtiene esperándola sentados ociosamente, o esperando que otros luchen por nosotros. La verdadera paz debe ganarse y debemos esforzarnos por alcanzarla. El término lucha puede parecer fuera de lugar en este contexto. En cambio, la shalom bíblica establece precisamente que el individuo y la comunidad tomen conciencia de la importancia de reconstituir siempre el equilibrio entre las personas y las necesidades de todos. Un equilibrio que respeta la alteridad, nuestro ser similar pero diferente, al tiempo que promueve la unidad.

En conclusión, la encíclica Fratelli tutti nos impulsa a ser protagonistas de este proceso de redescubrimiento de la diversidad, de conocer las riquezas de la naturaleza humana y de buscar nuevos caminos de fraternidad. Esto nos ayudará a transformar la globalización del choque de modelos de vida en un encuentro entre personas.

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