La crisis ecológica es la manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad (LS 119). La ecología integral nos invita a mirar la situación actual de manera diferente, conscientes de que la crisis socioambiental deriva de una antropología distorsionada, que mientras reduce a la persona humana a un individuo aislado – entendido principalmente como homo economicus – considera la naturaleza exclusivamente como un recurso a explotar, llevándonos así a un distanciamiento de la relación vital que debemos tener con el Creador.

La ecología integral, de hecho, se basa en una visión integral de la vida, a partir de la convicción de que todo está conectado, que todos somos interdependientes y que dependemos de nuestra Madre Tierra. También aboga por la necesidad de nuevas formas de pensamiento y práctica para perseguir «el sueño de Dios para todos nosotros, que somos sus hijos» (Papa Francisco).

La ecología integral sugiere una concepción renovada de las relaciones humanas y con la naturaleza. Esto conduce a una nueva economía, en la que la producción de riqueza se dirige al bienestar integral del ser humano y a la mejora – no destrucción – de nuestra casa común. Esto implica también una política renovada, concebida como una de las formas más altas de caridad (Pablo VI), que involucra tanto a todos los pueblos como a la naturaleza misma.

La ecología integral es un enfoque múltiple de la crisis ecológica, porque aborda simultáneamente las crisis económicas, sociales y ambientales que estamos viviendo, y considera esencial buscar soluciones integrales, es decir, de tal manera que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales, incluida la dimensión cultural y espiritual.

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