La participación de los combonianos en el Foro Social Mundial (FSM) ya tiene una buena tradición que comenzó en Nairobi en 2007. Estos encuentros han enriquecido nuestra conciencia de los movimientos sociales y nos han ayudado a comprender mejor nuestra misión en su conjunto. La presencia como Familia Comboniana es también un signo de un camino que caminamos juntos y en el que debemos seguir caminando. Nos alegra ver que hay una buena representación de combonianos, combonianas y laicos. Les damos las gracias porque han dejado sus numerosos compromisos para dedicar este tiempo a la reflexión y a compartir nuevas perspectivas en el ámbito de la Justicia, la Paz y la Integridad de la Creación.
Vivimos en una época muy polarizada y dominada por grandes potencias económicas que generan pobreza y desigualdad. Realidades que conocemos muy bien a través de nuestras misiones. A veces corremos el riesgo de refugiarnos en la pequeña realidad de la misión en la que trabajamos e ignoramos que la pobreza que nos rodea es el resultado de condiciones estructurales injustas de carácter global. Una mejor comprensión de estas dinámicas que destruyen la vida nos permite ser más críticos y promover un cambio de conciencia en las personas con las que compartimos la vida y el ministerio.
Los problemas de dimensión mundial deben abordarse desde una perspectiva pluralista. Por lo tanto, la creación de redes de conocimiento, reflexión y acción es fundamental. Al mismo tiempo, vivimos en un período histórico en el que los movimientos populares representan motores de transformación social que no podemos ignorar. El hecho de que no siempre tengan una inspiración cristiana no debe ser una limitación, estamos unidos por un sincero humanismo, que desea una vida digna y armoniosa para todos. El Papa recordó a los participantes en el Tercer Encuentro Mundial de Movimientos Populares que son «sembradores de cambio, promotores de un proceso en el que convergen creativamente millones de pequeñas y grandes acciones». Frente a la globalización de la indiferencia, Francisco llamó a «poner la economía al servicio de los pueblos; a construir la paz y la justicia; a defender la Madre Tierra».
La proclamación del Evangelio no puede separarse del compromiso con la justicia, como nos muestra la propia vida de Jesús. Comboni, hombre con una profunda experiencia de Dios, denuncia con fuerza la brutalidad de la esclavitud y descubre, desde su primer viaje a África, la importancia de conjugar la promoción humana y la predicación de la Palabra. El Evangelio debe transformar a la persona y al mismo tiempo el contexto vital que la sostiene, como intentó hacer en el proyecto de Malbes. Y cómo no recordar al Padre Ezequiel Ramin que, en la misma tierra que os acoge para este encuentro, nos dejó un precioso testimonio de vida consumida por la justicia y por el Evangelio.