Escuchar a África y a los pueblos indígenas

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La encíclica «Fratelli tutti» señala, desde el principio, que estamos retrocediendo en comparación con los logros obtenidos después de la segunda guerra. Los actuales procesos de globalización están generando dinámicas neocoloniales de invasión cultural, exclusión social y explotación económica. Todo esto implica una creciente deshumanización que nos interpela como misioneros combonianos. En el corazón del carisma de Daniel Comboni, de hecho, está la invitación a la Regeneración, un renacimiento a la vida en plenitud, a la plena humanización de los individuos y los pueblos. Una regeneración que concierne a la integridad de la persona, mirando el misterio de la humanidad-divina de Jesús, en quien nos reconocemos como hijos de Dios, hermanas y hermanos todos.

El Papa Francisco lamenta la pérdida de un sentido de comunidad, del sentido de la vida humana que no puede limitarse al individuo que está cada vez más aislado y reducido a un consumidor y espectador. La sociedad necesita redescubrir relaciones humanas profundas y significativas, un sentido de pertenencia mutua, de comunión: es decir, redescubrir aquellos horizontes capaces de hacernos converger en la unidad. El diálogo con el patrimonio cultural y espiritual de África y de los pueblos indígenas en general representa un camino que promete la transformación que el mundo necesita hoy. Vemos esto, en primer lugar, en la experiencia del “Utu” – en el idioma swahili, Ubuntu en otros idiomas del sur de África – que significa ser completamente humano. Es un concepto difícil de interpretar en las lenguas occidentales, pero que comunica la idea de estar en relación, en conexión: «Yo soy porque somos», es decir, cada uno debe su propio ser persona a las otras personas. Utu expresa la vivencia de la comunión, la armonía, el ser correcto y el cuidado hacia los demás. La realidad Utu es reconocida en la hospitalidad, la generosidad, la compasión, la amistad, la empatía, la amabilidad y el servicio. De hecho, la humanidad de cada uno está inextricablemente ligada a la de los demás. La recuperación del sentido de pertenencia y comunión humana es fundamental para una transformación social en la dirección de la fraternidad y la sostenibilidad ambiental, como también nos recuerda la Exhortación Apostólica Querida Amazonia (QA 20). En particular, pide «un nuevo sistema social y cultural que privilegie las relaciones fraternas, en un marco de reconocimiento y valoración de las diversas culturas y de los ecosistemas, capaz de oponerse a toda forma de discriminación y dominación entre los seres humanos» (QA 22).

Como misioneros estamos llamados a crear espacios de escucha y diálogo con los pueblos indígenas y sus culturas. Nos parece esencial repensar los estilos de vida, las relaciones, la organización de las sociedades y, sobre todo, el sentido de la existencia, como nos invita a hacer el Papa Francisco, que siempre en QA (22) aclara: «Cristo redimió al ser humano entero y quiere recomponer en cada uno su capacidad de relación con los otros. El Evangelio propone la caridad divina que brota del Corazón de Cristo y que genera una búsqueda de justicia que es inseparablemente un canto de fraternidad y de solidaridad, un estímulo para la cultura del encuentro. La sabiduría de la manera de vivir de los pueblos originarios —aun con todos los límites que pueda tener— nos estimula a profundizar este anhelo». Regeneración, Corazón de Cristo, humanización: el carisma comboniano nos llama a un renovado compromiso misionero.

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